lunes, 27 de febrero de 2012

la cajita de música



Presentar un libro en sede universitaria es toda una declaración de intenciones y comporta más de un riesgo: aparte de los habituales. Que son, como todos sabemos, que no venga nadie al acto, a no ser que se trate de un autor vestido en las sastrerías de la publicidad. No es el caso, aunque conoce bien el paño.

No es día para ponernos tristes: la literatura ha muerto, viva el nuevo rey, que son los medios visuales, los editores, como subclase social, siguen siendo heraldos y siervos de las grandes tiradas, no hay nada nuevo bajo el sol y no viene la nieve todavía. ¡Qué más da…! Ni la poesía como guardiana de la memoria común tallada en brillante ni la narrativa como espejo colectivo han sobrevivido al tiempo, que es materia deleznable: lo sabemos porque sólo anda (no vive) en boca de nosotros, los profesores, expertos en la palabra muerta.

No es día de tristeza porque esta universidad ha tenido el coraje de ofrecer su tribuna a un poeta vivo: gracias. No es día de entristecerse porque regresa a su casa uno de los nuestros. No lo es, tampoco, por el objeto de la presentación. Aleluya, entonces: llega ella/ con su bocina de colores… ha llegado por fin la mañana esperada, la del retorno a casa de un poeta extravagante, díscolo y lejano, el tan nuestro Pablo del Barco, y todo canta. Aleluya.

Tres son las cosas que quiere desarrollar aquí este viejo universitario enamorado del alma Mater al que ningún desengaño ha conseguido desmontar de su cansado Clavileño. La primera es la personalidad de este poeta, la segunda la doble condición de este libro como furgoneta, taxi, limusina, carreta o landó donde viajan las palabras y como objeto: un joyero, un estuche, una habitación para la música, La tercera tiene que ver con las palabras que viajan, con, si se me permite, la materia de la fuga.

Pablo del Barco es burgalés, de los del Barco de toda la vida. Ha transcurrido su vida en Sevilla: ha sido la Giralda la que ha proporcionado la sombra para su noble cabeza, a la que el tiempo ha cubierto con su nieve natal. Es profesor universitario y viene de una extraordinaria cosecha, la del 68, añada a cuyo cobijo se albergó tanto vino malo, como siempre. Una de las pintadas de París, del París de cuando aquello, redefinía este viejo oficio, que siempre ha oscilado entre el hilo que iba soltando Sócrates para que los sabios se fueran ahorcando con él y la exigencia platónica de que nadie pisara su academia sin conocer la geometría. La pintada, quizá la recuerden, decía: Cuando encuentres  un profesor herido, remátalo. Prueba superada: tanto da que sea usted partidario de la paideia o de Euclides (acaso de ambos): si da usted clase está muerto, ya se han ocupado de ello los sucesivos ministerios.

En paralelo (sigamos con Euclides y su quinto postulado) con su actividad docente ha desarrollado una carrera notable como poeta, editor, activista de eso que vagamente conocemos como cultura: vamos, un auténtico experto en fracasos… Hay fracasos sordos y sonoros: sonoro es el de Narciso, que se ahoga al verse tan guapo, sonoro es el de que no se da cuenta de que está fabricando sortijas con guijarros, sonoro es el del que no percibe cada silencio como un impostor. No es el caso: tantos años después Pablo del Barco está más guapo que nunca, más vivo que nunca y un poquito más viejo, como es de ley. Ha vuelto a una ciudad experta en el desdén por los suyos, vivan donde vivan: y cuanta más calidad tienen más conviene estrechar el cerco de silencio: aquí sólo admitimos a lo que haya bendecido algún pontífice a orillas del río Manzanares, faltaría más…

Pero ha vuelto. Como aquel personaje del poema de Amado Nervo que ofrecía siempre una rosa a quien se encontraba y que, cuando el receptor la tiraba al suelo, la recogía con la mejor de sus sonrisas para seguir ofreciendo una rosa a cada caminante.

  La rosa de Pablo tiene un nombre: Vivir contra el espejo. Es un libro, claro… En nuestra cultura, desde el advenimiento de la imprenta, un libro es un objeto que sirve para trasladar ideas y emociones desde el autor al lector. Pueden ser más o menos bellos, en función de las preferencias o del dinero de éste último: a todos nos gustan las encuadernaciones en cuero y el papel de calidad sin hacer por ello un drama, porque somos hijos de la rústica, de aquellos libros asequibles e imprescindibles de la colección Austral.

Este libro parte de otro concepto: el del objeto en sí. El cantero ha dejado su firma por doquier. Partiendo de la base de que se pueden guardar las joyas en una caja de farias, como si fueran botones, Pablo ha optado toda su vida por la solución más correcta: elaborar joyeros, con la paciencia y el talento de los viejos orífices. Un Benvenutto Cellini del papel, el cartón y la letra: sabiendo que lo que va dentro merece el amor por la belleza del que elabora la custodia. Es como si el orfebre italiano hubiera pedido una melodía infinitamente bella a su contemporáneo Palestrina para encerrarla en una cajita de música: carrillones de oro batido para que suene la música de los ángeles.

Es una joya en sí. ¿Pero que lleva dentro?

Veinticuatro poemas, como aquellas veinticuatro bofetadas de Lorca, al que este libro habría encantado. Que son cuarenta y ocho porque van acompañados por su correspondiente versión al portugués. Lorca añadía una bofetada más, antes de que la madre pusiera papel de plata en las heridas: Pablo también. El colofón nos explica algo que sabemos desde niños: que los sueños viven en los espejos sin luz.

Porque ésa es la materia de esta fuga, al modo en que los sueños son la materia de este fugitivo que es el hombre. Son poemas de un insomne que vigila el trigo que germinó sobre la almohada.

Son poemas cortos y muy penetrantes. Hay una ganancia enorme tras cada lectura: la revelación de una intensa conformidad con lo escrito, una conformidad con el gran corazón desamparado del poeta. En el sueño el corazón se refugia en una nube sin moral ni estribos, el sueño relanza el mundo hacia delante, hacia el teatro incumplido del hombre…

He utilizado sólo los dos primeros poemas. Ahora tal vez, una de esas palabras que vuelan y hacen nido en el sueño, los pájaros de la construcción y la memoria, yo debería seguir explotando esos brillantes veinticuatro poemas. No lo voy a hacer: está el autor delante y a él le corresponde.

Quiero cerrar esta intervención acudiendo al principio, cuando citaba a Borges hablando del tiempo


No he de salvarme yo, fortuita cosa,
Del tiempo, que es materia deleznable.

Este es un libro de sueños y de espejos. Una invitación a soñar que aparece al final del libro, aunque los sueños se conviertan en los dueños, como se insinúa al principio. Un libro de un ser libre y, por tanto, extraordinariamente moral. El maestro argentino dedica un soneto portentoso a un maestro de la moral llamado Baruch de Spinoza. Vale la pena envolver el acto con los dos últimos tercetos, dedicando el primero al libro y el segundo al autor. Por obvias razones.

No lo turba la fama, ese reflejo
De sueños en el sueño del espejo,
Ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y el mito
Labra un arduo cristal: el infinito
Mapa de Aquel que es todas su estrellas.



Burgos, febrero, 2012.


Tino Barriuso


jueves, 23 de febrero de 2012

MIRADAS DESDE EL SUR en Burgos.

El día 23 de febrero se presenta en la Universidad de Burgos (UBU) el libro VIVIR CONTRA EL ESPEJO, en la biblioteca, a las 12,30 h. La presentación correrá a cargo del excelente poeta burgalés TINO BARRIUSO.
A las 20,30 h. se inaugura la exposición MIRADAS DESDE EL SUR. Pablo del Barco reúne en esta exposición tres géneros de creación: obra plástica, que continúa la muestra que el mes de septiembre exhibió en la Universidad de Elche, bajo el título PENÚLTIMA OBRA; una veintena de grabados de los útimos años, y veinte poemas visuales, resultado de la actividad en este campo desde el año 2006.
Profesor de Literatura Española en la Universidad de Sevilla, creador y crítico literario, quiere con esta actividad presentarse en la ciudad que le vio nacer y contrastar su obra en los campos mencionados, además de con el público en general, con los alumnos de la universidad burgalesa.

Miradas desde el Sur.