domingo, 22 de diciembre de 2013

EL CARRO DE LA LEJÍA. 22 de diciembre 2013
“Cualquiera tiempo pasado fue mejor” (Jorge Manrique a la muerte de los padres, lema del Gobierno)
            Me levanto agradecido a estos muchachos inconsistentes del Gobierno porque consiguen que no pase el tiempo, que nos sintamos más jóvenes. Con la revisión, -“transtemporalización” dirán ellos, tan brillantes con el nuevo pseudolenguaje que usan para explicar lo que no tiene explicación-,  de la ley del aborto,  nos conducen a nuestra oscura y nada permisiva juventud, nos recuerdan los primeros viajes al extranjero de muchas de nuestra muchachas, barriga incluida. Viajar era desacostumbrado, caro y difícil, pero las escapadas de dos o tres días a Londres estaban a la orden del día; era el único camino del aborto y de abrir los ojos al mundo; para las clases medias, aunque de tapadillo y con extravagantes explicaciones sociales. Las pobres tenían que cumplir su destino hasta el parto.
            Me lleva la memoria a las clases del colegio, religión incluida y fundamental, con muchas pretensiones de hacernos ver lo que no se veía y profesores implicados en tocamientos ocultos disfrazados de santidad. La formación del espíritu nacional era estudio obligatorio; quizás por eso tenemos problemas con algunos nacionalismos, porque aún no se han impuesto los nuevos planes de  estudio wertiginosos. De becas, no hablar, como ahora. Ir al extranjero era condenarse definitivamente al infierno; ahora también, condenados al infierno de la emigración obligatoria de la juventud, siguiendo nuestra tradición del pasado laboral. Recuerdo también, hablando de moralidad, que los prostíbulos estaban al lado de las iglesias y las iglesias próximas a los ayuntamientos porque ambas instituciones eran emblemas del poder. Corrupción había tanta o más que ahora, pero los beneficiados de ella eran intocables e ideológicamente impolutos, o clonados. La pasión por el fútbol, excelente válvula de escape, no ha disminuido aunque entonces no se ponía en duda la economía tramposa de los grandes clubes; tampoco en eso la fiscalización de hacienda era clarificadora, pero nadie la cuestionaba. Hacienda era el terror; sigue siéndolo, realmente menos para algunos. Los presidentes ya no son impunes; alguno tendrá que dormir en nido público, con pijama azul.
La Justicia también entonces era igual para todos, pero como no había infantas ni maridos de infantas, no se destacaban tratos de favor  con destinos de clase superior. No había jueces ni fiscales que se salieran de la senda del deber, del deber obediencia a la clase poderosa, la que mandaba con látigo dorado y que hoy dirige con látigo bancario; diferentes látigos pero idénticos frutos. Era también la época de la actuación de los grises (ahora van de azul divino), dando leña de la buena, corriendo a caballo detrás de nosotros, pobres estudiantes protestando por causas justas. Era lo mismo pero no se cuestionaba su actuación ni se les pedía cuenta de sus actuaciones, con algunas muertes incluidas. Ahora los sanciones que se impondrán darán el mismo resultado, ayudándose de sofisticados camiones de agua a presión; las pelotas de goma, entuertadoras, dejan mucha huella.
Estoy escribiendo estas reflexiones y sintiéndome cada vez más joven porque estos chicos del Gobierno no se despeinan ni ante el hambre que pasa cierta parte, importante, de la población; como en mi infancia. Antes había también necesidades vitales, aunque sin quejas, contra las que se respondía con aquel gran invento español del estraperlo. Las colas con los cupones de racionamiento son equivalentes a las que se hacen ahora en la puerta de instituciones de auxilio social, con la ventaja de que si alguien moría de hambre no se publicaba. En eso sí había diferencia; no existían los medios de difusión de hoy; había muchos pero todos eran de la misma familia ideológico y no entraban ni permitían entrar en conflictos inútiles; toda crítica nauFRAGAba con la ley de prensa.
Nos están quitando muchos años de encima; hay que agradecérselo. Forzándonos a no pensar, evitándonos problemas. Como antaño, no es necesario perder tiempo eligiendo propuestas y actividades culturales; nos las van reduciendo de manera drástica, porque la cultura no es cosa de todos (sobre todo del Gobierno) por si el consumidor espabila y cuestiona cosas del poder (totalitario).
Los viejos, enfermos, pensionistas y otras castas a extinguir, tenemos que estar agradecidos a estos muchachos imperturbables que quieren convencernos de que hacen la mejor y más verdadera política posible. Como antaño, que nos convencían de que todo lo español, incluido el gobierno y la policía, era lo mejor del universo. Estamos en la época de la eterna juventud; el tiempo no pasa, el Estado ejerce una benefactora protección con un paternalismo gallardo(n) indiscutible, que hemos de agradecer hincados de rodillas y en el más absoluto silencio para que las mentiras se conviertan en verdades y poderle demostrar al mundo que somos el mejor país del mundo, habitado por españoles, y algunas raras especies de emigrantes, contentos, obedientes, felices y agradecidos.
Conecté la Tv, escuché el noticiario de la cadena oficial, y entonces desperté, con toda mi edad.

                                                                                    PABLO DEL BARCO

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