sábado, 27 de diciembre de 2014

EL CARRO DE LA LEJIA, 28 de diciembre 2014,
(día de los Santos Inocentes)

        Feliz Nabidad.

                                                                                Nabidad, de nabo, que con él delante, colgado de una caña, nos llevan, como a pobres  burros, en la noria que creen inagotable, con las orejeras puestas para no ver otros caminos ni horizontes, tirando del carro dorado en el que asientan sus satisfechas posaderas los dueños del cotarro, risueños y felices, diciendo sus frases  favoritas sobre la pujanza de la economía española. El Gran PPadre Mariano lleva la mano dentro del traje, como si nuevo napoleón fuera, recibiendo los aplausos de sus corifeos, con el portavoz Hernando que mueve la cabeza de arriba  a abajo servilmente como perro de banqueta trasera de coche. El Gran PPadre esá satisfecho porque cree haber engañado de nuevo al pueblo tras el nabo de papel maché y color festivo. La devota almonteña ministra Báñez sonríe satisfecha pensando la fórmula para incluir al acémila en la lista de nuevos trabajadores y engordar el resultado a su favor. El rey joven, tan sosito él, saca pecho después de haber pronunciado un discurso anodino, aunque vitoreado, más propio de un predicador a sueldo. Los ppoderosos de la pppatria se sienten magnánimos tras haber aumentado el salario mínimo tres euros y dos la colación a los pensionistas, sin dase cuenta de lo ridículo del hecho y de la cantidad, que ellos no lo distinguen porque han podido pronunciar la palabra aumento y beneficio para los españoles, ignorando, por supuesto lo que cuesta un rollo  papel higiénico. Se jactan de lo bien que marcha el país al tiempo que arbitran un subsidio para españoles pobres que no tienen para cubrir  sus necesidades mínimas.
                                                                                                        Al rey joven le asedia Esperanza Aguirre, que se muere por estar ceca del poder, y más ahora que estos divertidos muchachos ppoderosos se celebran y reparten dádivas a troches y moche y a la chita callando, temiendo el fin de sus desafueros. A la comandante Aguirre el ministro Wer-tigo, que aún existe, le ha concedido la medalla de Isabel la Católica; se supone que por sus méritos deportivos en rallyes  automovilísticos urbanos, o por estar al lado de figuras notables de la corrupción española, a las que asegura no conocer, que no aparecen en el dietario ni en el discurso de Ppappá ppresidente ni del joven rey, que tiene un ejemplo bien cerca, y que nos quieren hacer pensar que aún son intocables y nosotros pobres pecadores. El ministro de Interior, sentado sobre las espaldas de cuatro norteafricanos clase patera,  lleva la casulla de los días festivos puesta para conjurar a Aláy sus malignos. La Mato va también en el carro, seguro que para huir de la promesa de facilitar el medicamento a los enfermos de hepatitis C, que mueren como chinches, en lo que me parece un crimen de Estado sin paliativos; con lo que se supone que algunos trincaron y se gastaron en alcohol del bueno, habría medicina para todos. 
                                            Lo de las dos Españas que decía Antonio Machado sigue en vigor, con la diferencia de que estos cachorros del rey Midas quieren las dos para ellos: una para disfrutarla en exclusiva, la otra para que les llene el pandero, la pandorga o las cuentas corrientes allende nuestras fronteras. Ya se sabe: aquí nadie devuelve lo robado; algunas economías van viento en popa.


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        PABLO DEL BARCO

viernes, 28 de noviembre de 2014

EL CARRO DE LA LEJÍA, 28 de noviembre 2014.
El Gran Nicolás

Cada día me sorprende más este país de papanatas en el que vivo. Ahora se conmociona por las aventuras del “pequeño” Nicolás, ignorando que esta es la patria del Lazarillo de Tormes, del Guzmán de Alfarache, del Buscón don Pablos, de Rinconete y Cortadillo, por citar a los más reconocidos pícaros de nuestra literatura, que son nuestra contundente evocadora fotografía de la idiosincrasia española. Y más que pongan cara de sorpresa nuestros dirigentes políticos, a los que les sobra “nicolasismo”, bien evidente en sus mentiras, robos sin disimulo, teatralizaciones del deber, viajes a diestro y siniestro para cumplir su deber… de amantes, marionetas todos de la arrogancia que les dieron con su destino social a base de urnas, y su saber para nadar en aguas sucias, impermeabilizados en trajes de alta costura y cara dura a prueba de críticas feroces. Aunque son menos dignos en su indignidad que nuestros viejos pícaros.
Ahora desean borrar el impacto de sus fotografías con el pequeño truhán, que tiene cara de alelado, ignorando conocerle, apartándose para no contaminarse con sus truhanerías. ¿Has visto alguna fotografía de estos célebres fotografiados en la que aparezcan con gesto de desagrado, en la que no exhiban la mejor de sus sonrisas, en la que no muestren el honor de estar junto a ese joven que antes era notable personaje y ahora es notable vividor, mentiroso y sinvergüenza?
¡Qué hipocresía echarle lanzas al muchacho, querer morderle con sus caras de cartón! ¡Qué ignorancia del refranero español que habla de la mota en el ojo del ahora ajeno personaje y de la viga en el ojo propio. Yo me pregunto: ¿Bárcenas no es un pequeño Nicolás, aventurado por caminos de Suiza, América, y otros destinos singulares arrastrando sus sacos repletos de euros? El exalcalde de Valdemoro, segundo de a bordo de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, exhibiéndose como adalid de la anticorrupción ¿podía desterrar de su cara, de sus ojos risueños en guiño permanente, ser un Nicolás mejor trajeado y más impune? ¿La inútil exministra Ana Mato no es el parangón de Nicolás en hembra distinguida afirmando que desconocía los tejemanejes del estirado marido, siempre con potentes coches para disimular su escuchimizado físico, vehículos que ella nunca vio en el garaje de su casa, que ignoraba quien pagaba sus viajes frecuentes de ocio? El ciego acabó con la granujería de Lázaro al conocer que éste callaba cuando él, contra el trato establecido, comía las uvas de dos en dos y de tres en tres y no de una en una. Lázaro no veía por sus ojos, como la Mato, pero el ciego le hizo ver por los suyos, como ahora el juez a la modosa exministra  de la antiSalud.
¿No nos ha engañado la Pantoja con ser una tonadillera, graciosa y gitana, cuando ahora, Nicolás en traje de faralaes, descubrimos que es una estafadora, como ha deducido el juez tras una larga investigación?
A propósito de la tonadillera, celebrada por cantante y por gitana, pienso: este es el país del desparpajo y la ignorancia. ¿Qué hacen, por ejemplo, algunos sabios de hojalata para crear un aplauso fácil a su favor? Dárselas de sabios y mecenas culturales en un paraíso de ignorantes. Se meten contra el Diccionario de la Real Academia Española, a la que yo no bendigo, porque ha incluido en sus páginas una definición perjudicial del “gitano”, injusta y peyorativa según ellos. Yo tengo mucha estima por este colectivo, pero no ignoro que el Diccionario no inventa una definición sino que sanciona el uso del término. La madre le dice al niño: “¡Ay, que gitano eres!”; el enamorado a su enamorada la llama “gitana mía”; alguien para insultar dice de otro: “Cuidado, que ese es muy gitano”. Entonces, sabios de hojalata, reconoced que todos, en nuestro habla común, somos los creadores y publicistas del término, y que el Diccionario no es sino el espejo de nuestras palabras. ¡Qué disgusto se habrá llevado mi viejo compañero de pupitre José Manuel Blecua, sabio,  objetivo y delicado director de la RAE con tanto Nicolás de la cultura española!

                                                                                    PABLO DEL BARCO

viernes, 7 de noviembre de 2014

EL CARRO DE LA LEJÍA, 7 de noviembre 2014

Estaba cantada la desimputación parcial de la infanta; ya lo dijo su padre: “La justicia es igual para todos” (¡ja!). Pero, en definitiva, es coherente con el estado del país, con las consecuencias de la imposición de aquella nefasta transición que nos vendieron envuelta en glasé y celofán de colores. Una mayoría de las instituciones nacidas entonces están asaeteadas por la corrupción, la mangancia, el desparpajo y el despropósito más descarado, en contra del español medio, atado de pies y manos ante esta adversidad e impunidad política que punemente padece.
No entiendo mucho de derecho, apenas estudié un curso de derecho penal, lo que me sume en una ignorancia que me parece supina cuando veo y medito sobre los sucesos actuales. Veamos: hay cuatro mosqueteros de lo malo que constituyen, según se ha demostrado, una empresa para obtener y blanquear dinero ilegítimo y defraudar al fisco, hechos que se suceden el uno al otro como consecuencia natural. Y resulta que, por arte de birlibirloque, de los cuatro quedan solo tres mosqueteros absolutamente imputados en estos delitos. Uno –una– se libra, por guapura social y, supongo, color de la sangre: “La justicia es igual para todos”; ella es descendiente de aquel monarca que huyó de España en 1931 y que, por obra y gracias de un dictador, obtuvo para sus descendientes el beneficio de sentarse de nuevo en el trono del Estado español, sin ningún mérito, salvo, en mi opinión, el de aprovechar la minusvalidez de un pueblo rendido, acobardado por las consecuencias de una guerra fraterna, que no ha terminado de ponerse en limpio por deseo interesado de los ilegítimos vencedores.
Todo ello en un clima de delitos permanentes, robos sin medida, usuras, trampas, expolios, despilfarros de los que la clase poderosa, descendiente en buena medida de aquellos “vencedores”, es protagonista beneficiada. Y que clama –con la boca chica– por la limpieza y la transparencia en el país cuando no sabe limpiar su casa, llena de cajones secretos y paredes dobles en los que se apiñan las varitas mágicas que aumentan sin cesar sus fortunas, y esconden sus papeles sucios, con desprecio de un pueblo que sufre privaciones y miserias, oculto a su vista por paredes de plomo que les impiden, voluntariosamente, ver la realidad. Su gran mérito es la mentira, en la que se muestran doctores en la universidad de la picardía, ilustres descendientes del Lazarillo de Tormes, Rinconete y Cortadillo, Guzmán de Alfarache, el Buscón y otros pícaros tan españoles que en ninguna otra literatura universal se han producido; en ningún otro país abundan tantos y tan sin justicia a los que no se les desapropia de lo robado; de su vergüenza no porque nunca la tuvieron.
La dirigente regional de un partido ignora el robo al tanto por ciento insistente de su segundo de a bordo; dice desconocer a los acólitos, alcaldes provinciales, que ella misma nombró y con los que aparece en los besuqueos y palmeos propios de la más resaltante –la única visible– actividad política. El presidente de una comunidad, que se alza en paladín de la transparencia, ha hecho, según las crónicas recientes, treinta y dos viajes –en clase especial para no contaminarse, imagino–, de ida y vuelta, con el noble “objetivo político” de  ver a su –supuesta– amante, pagados con dinero público. En su primera aparición pública sus congéneres políticos le han aplaudido a rabiar, queriendo con el ruido enmudecer la desvergüenza. ¡Ah, si al menos fuera éste monaguillo del amor verdadero…! A un obispo se le denuncia por el ornato principesco que está introduciendo en su palacio. Del dispendio y cuentas pocos claras del ejército español un militar está explicando en tertulias televisivas y en un libro original y valiente muchas suciedades ocultas tras la cortina con orillo dorado del patriotismo y las voces de mando sin discusión.
¿Queda alguna institución tocada por la rareza de la transparencia, a pesar de lo que claman los políticos españoles, tan pretendidamente hábiles como esas criadas que mantienen la casa limpia a base de ocultar la porquería debajo de las alfombras más mullidas de sus palacetes sostenidos por el pueblo?
El jefe de la casa de gobierno sin darse por enterado; habrá que regalarle un sonotone y unas gafas, sin pantalla de prisma, contra la miopía y el estrabismo, para que nos dé la sensación de que sabe que existimos el resto de los españoles. Y el jefe del Estado en la inopia, para que no le salpique demasiado, porque la caca cuanto más se remueve huele más.


                                                                      PABLO DEL BARCO

sábado, 25 de octubre de 2014

El miércoles, 29 de octubre, a las 20 h. se inaugura mi exposición de Poesía Visual MIRALA POESÍA / MIRA LA POESÍA    en Dos Hermanas (Sevilla), Sala La Almona, calle La Mina s/n. 

martes, 7 de octubre de 2014

EL CARRO DE LA LEJÍA, 7 octubre 2014

Ana (Ébola) Mato, ministra de Insanidad

Ya opiné, hace algunos “carros de la lejía” que traer a enfermos de ébola a España me parecía más afán de colocarse una medalla la ministra Mato que de resolver un problema. Los expertos advirtieron que ningún hospital de España estaba adecuado para el tratamiento del enfermo, de los enfermos, y que el personal sanitario desconocía en buena medida los protocolos de actuación; el mes de julio un grupo de sanitarios presentó en Madrid una denuncia sobre el asunto, antes de la llegada del primer enfermo. Pero una medalla, en época preelectoral, para una ministra de reconocida incompetencia y de escasa comunicación (lleva más de un año sin comparecer en el Congreso), es muy valorable. Ahora las cañas –de pescar méritos– se le han vuelto lanzas con la punta envenenada por un virus mortal; “a hierro Mato si a hierro muero” como podría decir la canción.
Ayer hemos asistido a una rueda de prensa, vergonzosa, de la ministra Mato, agazapada entre miembros de su ministerio, con cara asustadiza, que declinó en ellos las respuestas. La única, por dos veces, que se le hizo sobre su responsabilidad en el tema no tuvo respuesta. Y me pregunto, ¿para qué una responsable de la Sanidad española que no es capaz de enfrentarse a una realidad, que huye de su compromiso, que da soluciones evidentemente inadecuadas y  a veces dañinas? Hace un tiempo, cuando se sospechó, con final feliz,  de un enfermo de gripe A en el ejército, la Mato se desgañitó pidiendo la dimisión de la ministra Chacón. Tendría que gritar ahora contra ella misma, darse en la cabeza porque aquí ya hemos sufrido dos muertes y un contagio con un virus mortal, por una acción de su responsabilidad irresponsable. A mí me parece la Mato una inútil absoluta, a la que el sr. Presidente de gobierno le ha dado una “tarjeta opaca” para disponer a su antojo de la salud de los españoles. Y eso empieza a parecerme un delito. Ana Mato pasará a la historia, con su pequeña e insulsa historia, como la “ministra importadora del ébola en España.
Con el gasto que supuso traer al primer misionero (miembro de la comunidad religiosa de San Juan de Dios, no un cualquiera) se podía haber instalado un hospital de campaña en el país de origen de la enfermedad, haber contribuido al bien social y haber evitado riesgos innecesarios. Pero allí no habría tantas cámaras, tantas luces de comitiva, tanta publicidad. Ahora harán que las cámaras se dirijan a la pobre enfermera enferma de ébola, justificando que ha sido un fallo humano, su fallo, porque hay unos protocolos –ya lo he oído hoy en bocas de “doctos” representantes del ppartido ppoplar– “que son envidiados por todo el mundo”, como los resultados económicos que clama el ppresidente Rajoy. A las admirables enfermeras españolas, según declaran ellas estos días, en apenas diez minutos se les enseñó a ponerse y, aquí está el sinsentido, a quitarse los trajes, labor minuciosa que exige media hora de dedicación. Las enfermeras pasaban de un departamento a la habitación del enfermo de ébola, y de esta a otra general. A la enfermera hoy en riesgo se le dieron vacaciones cuando murió el último enfermo por el virus, sin establecer una mínima cuarentena precautoria. 
Todo tan chapucero como el comportamiento de la ministra, tan culpable ella como el sr. Ppresidente que la nombró y que se resiste a cambiarla, a pesar de la contestación unánime desde sus primeras actuaciones y, sobre todo, desde sus muchas ausencias claves. Ya han salido algunos tiralevitas ppopulares encomiando la labor y la discreción (¿habrán querido decir “inhibición”?) de la ministra. Rajoy está oculto, no asoma, siguiendo su costumbre en casos conflictivos. ¿Qué tal internarle unas horas, para reflexionar, con el traje adecuado, en la habitación de la enfermera enferma de ébola? ¿Se daría cuenta de la magnitud del problema? ¿Y si propusieran a la Mato para la Comunidad europea en sustitución de Arias Cañete para refrendar el éxito político español?
En el próximo “carro” les traeré la vergüenza vivida en una visita a un hospital con recortes del Sur de España.


                                                                                    PABLO DEL BARCO