lunes, 2 de junio de 2014

EL CARRO DE LA LEJÍA, 2 de junio 2014

Hoy he sentido vergüenza de nuestros políticos, la mayoría, haciendo elogios desmedidos de la monarquía y justificando la entronización de un nuevo monarca, impuesto a espaldas del interés del pueblo español, al que dicen representar y defender. Quieren darse prisa y tener el “asuntillo” arreglado en unos pocos días, porque les va en ello la subsistencia social y económica. Mi abuelo, republicano, decía “dios los cría y ellos se juntan”; y también “son todos lobos de la misma camada”. Los partidos mayoritarios se están desangrando en votos en la medida que antes engordaron por la corrupción organizada e impune; en el mismo camino en que parte de la realeza española aumentaba su riqueza de manera desproporcionada, injustificada y aparentemente deshonesta. Siempre me he preguntado la fórmula por la que el rey Juan Carlos, al que amigos míos de su promoción tenían que invitarle a cerveza porque no tenía un duro dada su real pobreza, ha amasado una fortuna, que se sepa,  de más de mil ochocientos millones de euros. A mí me parece que su yerno Urdangarín nunca hubiera llegado tampoco a su alto nivel económico sin la sombra del rey, amigo y quien sabe si algo más –cuentan las crónicas- de los más potentes jeques árabes del petróleo.
Escuchar hoy a Rubalcaba elogiar el papel de la monarquía, apoyada desde el inicio por el PSOE, me dado más que lástima repugnancia. Y a algunos representantes socialista; uno de ellos, desilusionado, me recordaba hoy: En la Resolución Política de la Conferencia Política del PSOE de Noviembre de 2013, en la página 617, se dice textualmente: “La tradición cultural y política del PSOE es republicana. (….) No obstante y precisamente por ello, los socialistas recordamos que esta institución (a la monarquía se refiere), necesita que la adhesión social y la aceptación democrática de la ciudadanía la legitime…”
Claro que yo ni quito ni pongo rey, pero si me gustaría poder tomar la decisión colectiva de aceptarlo o no. En la situación actual, de un pueblo mayoritariamente en paro, con una juventud preparada en huida permanente, con unos bancos que no se hartan de ganar dinero además de las dádivas que recibieron del Gobierno, con unos políticos, que tendrían que dar ejemplo de honestidad y muestran enorme desparpajo en lo contrario, una clase trabajadora y media cargada de impuestos que tributan más que las grandes empresas y las grandes fortunas (que sí tributan pero en el fraude más descarado y sin castigo), una iglesia que se pavonea en un estado laico, que toma sin respeto ciudades  como es el caso de Sevilla a los pies de la Macarena sangrando las arcas municipales con la ostentación del fetichismo más arcaico, o se apropia de edificios del pueblo como es el caso der la mezquita de Córdoba…, lo mínimo que tendrían que hacer los políticos es escuchar a ese pueblo que dicen representar.
Hoy el país se ha levantado indignado ante la imposición de un nuevo monarca: ciento ochenta concentraciones en España y cerca de una veintena en el exterior tendrían que hacerles pensar. Yo he estado en una y no podrán argumentar que es cosa de exaltados, incontrolados o antisistema. Mentirían, que es lo que hacen continuamente. Es el pueblo el que clama, cansado de una clase favorecida que legisla y dirige para sí misma, con la bendición de la iglesia, el paternalismo de la monarquía y la avaricia de los bancos, doblando el espinazo ante consignas del exterior que aceptan servilmente y cuyos gastos hacen pagar a los más humildes.
            “Fuenteovejuna, todos a una” es la consigna. No te quedes en casa, hay poco tiempo porque, además, ya empieza la morfina del fútbol a entontecer furiosamente los pensamientos. ¿Será mucha desconfianza  pensar que el rey ha abdicado justamente en este momento en que buena parte del pueblo español tiene la cabeza rodando tras otra pelota insensible y políticamente interesada?


                                                            PABLO DEL BARCO

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