martes, 12 de abril de 2016


EL CARRO DE LA LEJÍA, 12.04.2016

Don Quijote no va a la Feria de Sevilla

Cervantes no sufriría tanto en nuestra España de manipuladores de caudales públicos; sus causas y desencuentros con la Hacienda parecerían asuntos descafeinados al lado de las corrupciones y los corruptos que hoy padecemos. Él sufrió prisión –no como la mayoría de los estafadores de hoy, que campan libres y orgullosos por el mundo– en la cárcel de Sevilla por sus avatares como recaudador de impuestos, y de aquella situación devino un hecho espectacular en fondo y manera: la escritura de la inmortal obra Don Quijote de la Mancha. Hoy tenemos un resultado también en términos de escritura: miles y miles de folios pero con timbre legal. Este año celebramos los cuatrocientos años de la desaparición del autor de la obra a la que se rinde reconocimiento universal, en un clima de atonía cultural sorprendente, al que algunos advenedizos literarios se suman rehaciendo la obra cumbre con un lenguaje más actual. Es como si a las figuras de Velázquez las vistiéramos de Armani y otros creadores de moda.
Cervantes, que vivió y padeció su Sevilla particular, no está invitado a la Feria de este año que celebra los cuatrocientos años  de su muerte, el 23 de abril. Aquella Sevilla debió tener tan poco fuste literario como la de hoy. O autoridades culturales tan ausentes de la verdadera cultura, que no han sido capaces de dedicar la Feria al autor de la obra más importante de nuestra literatura, más reconocido universalmente. Apenas aparece en la portada el logotipo de la celebración cervantina. En la portada; no le han dejado pasar de la puerta de este revoltijo ferial de cante y baile. La danza sí ha sido galardonada; a ella se dedica el acontecimiento ferial.
Quizás tengan razón las autoridades: la Feria es efímera, Cervantes y el Quijote  transcendentales; no pueden competir. Quizás también pueda ser que no tienen desarrollado el gusto por asuntos fundamentales de la cultura y que con la brisa de los volantes y el juego de los faralaes se les nuble la visión y se les entontezca el juicio, como al cuerdo, en su locura, Don Quijote y al loco, en su materialidad, Sancho.  O temen, por su fragilidad, morir en el empeño como el Licenciado Vidriera.
Qué magnífica ocasión perdida para proyectar Sevilla universalmente, uniendo su fiesta mayor a la fiesta literaria; un momento irrepetible para unir lo particular con lo universal.  Pero no, aquí impera el provincianismo más radical falsamente vestido con el ropaje de lo propio, de lo genuino, de “lo nuestro”. Sevilla se va empobreciendo arrastrada solo por los beneficios económicos de la Semana Santa y la Feria de Abril. Málaga, por ejemplo, ciudad fundamentalmente turística, le está comiendo el pan en actividades culturales a la capital de Andalucía. Este gobierno municipal está haciendo bueno al anterior, tan tiñoso en actividades culturales, mirándose tercamente al ombligo y poco más.
¿Se imaginan a Don Quijote y Sancho entrando al real de la Feria, fantasía y realidad, pregonando el texto cervantino, repartiendo en los oídos su bella prosa y la magnitud de su mensaje de realidad y fantasía? ¿Que algunos creadores de sevillanas inventaran una con sus ricas aventuras y todos las cantaran y bailaran? ¿La visita a la Feria de otros muchos de sus personajes que aparecen en las Novelas ejemplares y que el autor tomó de personajes vivos sevillanos? ¿Qué el Ayuntamiento de la ciudad, descendiente de las autoridades que confinaron al escritor en sus cárceles, hubiera hecho una edición rústica y noble de algunos textos cervantinos para repartirla por la Feria?
“No está hecha la  miel para la boca del asno”, que diría Sancho repitiendo lo que el pueblo dicta. En fin, acabará la Feria con la contabilidad de visitantes, los beneficios obtenidos y las toneladas de basura recogidas. Don Quijote y los otros personajes del autor volverán a las alacenas, los prebostes de la cultura hablarán de las obras sin haberla apenas leído, y todos (casi) tan felices. Como diría un castizo descontento: ¡Ay, Sevilla de mi “arma”!

                                                          PABLO DEL BARCO

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