domingo, 31 de julio de 2016

EL CARRO DE LA LEJÍA, 30 julio 2016

            Me había prometido no escribir sobre el estado político del país, que propende a la nausea y al convencimiento de que los políticos se mueven solo por intereses de partido más que por celar del bienestar de los ciudadanos, pobres muñecos desamparados a los que se les chupa la sangre y el cerebro –el poco que tenemos, a la vista de cómo votamos en las pasadas elecciones– sin piedad.
Pero los últimos acontecimientos, la aceptación pre-presidencial del señor oso –¿te has fijado cómo camina?– con pinta de presidente de gobierno, o a la inversa, que padecemos me irrita de tal manera que no puedo callar. Él y sus compinches del PP (Partido Podrido) nos toman por tontos a los españoles, y hasta ahí podíamos soportar. El gran oso, que se pretende PPropietario del PPaís, con sus compinches, se ha candidatado a formar Gobierno, pero con una Constitución camuflada a su manera y a su gusto, hasta el punto de que se inventa una nueva gramática que le sirva para sus intereses constiPPuyentes. Según estos pprobos ppolíticos, y con un descaro impresionante, la aceptación de formar gobierno no le obliga al candidato a someterse a la investidura; o sea, tirar la piedra y esconder la mano; o mejor, poner una piedra en el edificio de la democracia sin poner la piedra.
Pero la Constitución es muy clara en su disposición 99.2: “El candidato propuesto  conforme a lo previsto… expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara.” Ni la simplonería lingüística del PPresidente de gobierno en funciones le justifica ni le salva del cumplimiento estricto. El tiempo verbal implica absoluta obligatoriedad; no hay discusión posible. La Vicepresidenta ratita presumida –el próximo día hablaré de este zoológico político nuestro– también le ha restado importancia al asunto porque dice que el país tiene necesidades mayores que cumplir la Constitución; la nuestra, claro; la suya sí.
Dada la enorme cultura y el profundo conocimiento de nuestra lengua que anida en estos PPolíticos, propongo que el Sr. PPresidente de Gobierno sea nombrado PPresidente de la Real Academia EsPPañola de la Lengua, con sus miembros de honor: la Cospedal de trabalenguas, Rafael Hernando, ofensivo pretendido graciosillo, el Ministro de Interior tan coloquial privado, la Presidenta de las Cortes, Esperanza Aguirre, sacerdotisa el desparpajo y la hipocresía…, todos ellos de habla fácil y atropellada, como conviene al nuevo estado de cosas que se otean para el país.
Dejo dos significativos ejemplos del presunto nuevo Ppresidente de la R.A.E. pronunciados estos días de la nueva EsPPaña:
En la despedida de los atletas españoles camino de mi bella y maltratada Río de Janeiro:
“…tendréis detrás una España llena de españoles”. ¡Qué elocuencia y que acierto el suyo! ¡Mira que si  estuviéramos  llenos de indígenas del Amazonas o de tuaregs africanos!
“Lo que he hablado con el rey es lo que le he dicho salvo lo que no le he dicho.”
¿Será posible mayor lucidez expresiva, más claridad en el habla para que los españoles le entendamos y nos maravillemos de su español preclaro? Es cierto; este hombre, insigne patriarca de lo ambiguo, no se equivoca nunca. Confiemos en él (en el infierno).


                                                           PABLO DEL BARCO

No hay comentarios:

Publicar un comentario