EL CARRO DE LA LEJÍA, 27 diciembre 2016
El rector copión
Parece que no ha ocurrido nada: el rector de la Universidad
Juan Carlos I ha sido acusado de plagio, pero él no lo admite ni dimite.
Imagino que será del PP (Partido Predador; “predador”, animal que se alimenta
de otros inferiores para subsistir. RAE), porque de casta le viene al galgo.
Fernando Suárez Bilbao es hijo de Luis Suárez Fernández, profesor de historia
al que sufrimos muchos alumnos tragándonos su visión de la historia con la más
furibunda óptica franquista. Fue el más antipedagógico profesor que tuve,
radical de derechas hasta el limite, enseñoreado en su cátedra, despectivo con
sus alumnos: un puro ejemplo de la dictadura franquista que plagó la
universidad del virus reaccionario, contrario a cualquier apertura y
objetividad histórica, plaga que aún no ha sido desarraigada en nuestro país;
vean si no cómo se ponen trabas continuamente en la marcha por los caminos de la
verdad a la memoria histórica.
Muchas veces, leyendo trabajos de mis alumnos, reconocía
algunos textos como muy familiares; las siguientes lecturas, más atentas, me
ofrecían una triste realidad; eran mis propios textos pirateados por méritos
del corta y pega, sin entrecomillados ni notas al pie que ofrecieran su origen.
Mi reacción no era sacrificar a los alumnos “copiones” ni enfurecerme por el
hecho; sí explicar lo que era un plagio y la falta de ética y responsabilidad
de quien lo cometía. No se entendió muy bien en algún caso. Recuerdo cuando se
destapó el plagio de la “escritora” Ana Rosa, por su novela Sabor
a hiel, original de uno de sus
“negros”, que comenté en clase, como era mi obligación de profesor de
literatura contemporánea. Recibí una queja oficial y petición de un proceso por
criticar la actividad literaria de una “notable comunicadora española” como era
la copiona en el folletín con el que debutó A. R. en
la literatura, ante las numerosas pruebas de plagio; fusiló con descaro párrafos de Mujeres de ojos grandes, de Ángeles Mastretta, además
de algunos de Álbum de familia, de Danielle
Steel. Éramos y somos, al fin, un país de moral bastante laxa.
Este hecho, detestable, es mucho menos
grave que el que un profesor universitario, y además rector (es decir, que
tiene que ser modelo de modelos en ética científica), quiera pasar impunemente
y con arrogancia a la historia de la decencia intelectual. Pero, viniendo de
quien viene, se explica fácilmente. Que sus compañeros de claustro apoyen,
aunque sea con su silencio, su descaro, hace más grave el caso. Y muy
definitorio de lo que es la universidad española, enferma de lameculismo,
servilismo y otros ismos repugnantes y acrisolados, ayudada por unos
presupuestos exiguos que condicionan una actividad que tendría que ser libre y
positiva. Aún los polvos de la pacatería universitaria del franquismo siguen
dificultando la buena marcha de los engranajes del conocimiento y la sabiduría.
El ministro de Exteriores españoles ha
remachado el clavo justificando la huida de jóvenes españoles universitarios a
otros países: Salir fuera de España enriquece, ha dicho. Y no le falta razón. Cuántos
cargos del PP (Partido Predador) se han enriquecido con los caudales obtenidos
de manera sospechosa, guardados en cuentas corrientes del exterior, en empresas
también sospechosas, justificados con argumentos más que sospechosos. Cuántos
viajes al exterior, suponemos que con sus maletines dorados, por dentro, de
suaves y elegantes pieles de ejecutivos de la política española. Y sigue sin
término; cada día se descubre un nuevo descalabro, una nueva pirueta
ignominiosa de próceres políticos del Partido Popular (Partido Predador) en su
actividad aparentemente noble, negada ante lo evidente.
Denos una lección de ética universitaria
y dimita, serenísimo señor rector de la universidad española, a la que le hace
buena falta una inyección de claridad, honestidad y credibilidad. Será una buen
regalo para todos en este año que va a comenzar.
PABLO DEL BARCO
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